El rock & roll debe ser energético, arriesgado, provocar dolores de cabeza y evitar que el público se quede quieto. Dentro del panorama actual, un conjunto que cumple con todos los requisitos es The Heck.
Detrás del trío holandés se encuentra el guitarrista Henri Sulmann, quien ya tiene varios años de experiencia dentro del circuito del rock gritón. Sus bandas previas son De Keefmen y Miracle Men, dos de los grupos más salvajes de los últimos años. Por desgracia ambos se desintegraron antes de lograr cosas relevantes.
Después de que The Heck publicara los sencillos Waiting In Line (recomendamos leer nuestra reseña) y For Cryin' Out Loud (recomendamos leer nuestra reseña), ahora por fin llega su primer LP.
En este caso, no existen grandes diferencias con los mostrado con anterioridad. El álbum incluye 12 temas de puro rock & roll a máximo volumen combinado con garage y punk. Las canciones suenan tan sencillas que pareciera que cualquiera las puede interpretar. La diferencia radica en la energía que se le imprime a cada una.
El material es directo y eso lo demuestra el tema abridor "Waiting In Line", que fue el primero que se le conoció al trinomio. En menos de dos minutos se organiza una fiesta de distorsión protagonizada por una rudimentaria batería.
No existe momento para descansar porque de inmediato llega "Nothing Will Do", pieza directa que sigue la regla sagrada de los Ramones de utilizar menos de tres riffs de guitarra.
Pero a pesar de que la adrenalina es la principal característica del álbum, también hay lugar para la psicodelia. El principal ejemplo es "I Won't Change", en la que se escucha un teclado invitado que le ofrece mayor variedad al sonido del trinomio holandés y los acerca a lo que hace medio siglo hacían The Monks.
Como una bebida en medio del desierto, el álbum editado por el sello inglés Dirty Water Records es tan refrescante como necesario. El conjunto evita complicarse el camino y opta por una fórmula sencilla pero que nunca ha fallado en los más de 60 años de historia que tiene el rock.